lunes, 29 de marzo de 2010

hasta pronto!

muchas gracias a todos los que vinisteis
a ver nuestra historia
por vuestras cálidas palabras después de las funciones
y por el cariño demostrado

la compañía se despide hasta con un
hasta luego
y un
ojalá nos veamos pronto,

EL MURO.

CONTRATACIÓN: (0034) 650 921 343

EL PÚBLICO OPINA: Ángel González González

LUNES 29 DE MARZO DE 2010

Sol@: el muro. Un muy aconsejable paseo por la dramaturgia de Alfonso Pindado, a través de los problemas existenciales del individuo frente a esta sociedad de la imagen, ciertamente deshumanizada, donde el individuo se reduce a una máquina teledirigida por el aplastante poder de los medios de alienación de las masas.
O dicho de otro modo, y entrando ya en el argumento, el enorme atasco al que se ve sometido un actor de teatro frente al órdago de los omnívoros medios de comunicación. Como evasiva, Él (José Luis Checa), ha decidido encerrarse en su casa, y Ella (Déborah Vukusic), quiere sacarle de su aislamiento. Es el choque de la visión intimista y leal del teatro frente a la tramoya tergiversada y manipuladora de los medios de comunicación (donde la protagonista trabaja.)
Él no entiende que ella se venda a quien le ha hecho tanto daño, pero tal vez no esté siendo justo, aquí debe entrar el espectador...
Un teatro neto, libre de barroquismo, donde la acción se focaliza a través de la iluminación y la música (maravillosa Laura Pedreira: que sorprende al inmiscuirse en uno de los cuadros escénicos) en los dos únicos personajes que protagonizan la obra. Un teatro transgresor, sin cortinas, donde todo lo que ocurre es eso: teatro. Un teatro en el que el espectador se siente partícipe; voyeur, y no desea perderse nada.
Y para un servidor, una imagen almacenada en el disco duro:
Él, apenado, vuelve a su mundo interior; Ella se dispone a salir por la puerta; la cafetera tiene la clave: el humo.

EL PÚBLICO OPINA: Ángel Rodríguez "Voltios"

desde las lindes del sur

domingo 28 de marzo de 2010

Voy a hablar desde la emoción, lo prometo, siempre trato de hacerlo.

Ayer, a eso de las ocho y media, estuve con mi pareja por la C/Zurita para entrar en la Sala Triángulo y degustar una obra cargada de poesía, la cual este fin de semana deja de estar en cartel.

A Déb la conozco muy poquito, casi nada, de un par de veces. A su compañero de reparto, José Luis Checa, menos si cabe. Y a Alfonso Pindado, de él puedo decir que he recitado con él en alguna ocasión.

A lo que iba que me marcho por los cerros de ídem. La Sala Triángulo, desde el inicio te magnetiza, pues sabes de sobra que vas a ver teatro en estado puro, y eso es lo que vimos mi pareja y yo. Una treintena de sillas, más o menos, alrededor del centro de la sala: el escenario. Dos protagonistas: José Luis y Déborah, casi sin adornos, sin tapujos, perfectos. A veces, estaban tan cerca que tenías la sensación de poder tocarlos e irrumpir en una de sus escenas. La carga emocional del texto es admirable, y más aún como ambos actores la logran con sus interpretaciones (coño si hasta casi lloré). La obra es pura poesía, pura, puta y puñetera poesía, de la buena, con un mensaje final y un contenido que hace temblar los cimientos de cualquiera.

Dos vidas, dos personas, solas, que tratan de vivir por separado y a la vez juntos. Una carga emocional tremenda. Muy buena.

Os juro que no digo todo esto porque trate de hacer propaganda de nadie, joder, es que la obra me sorprendió.

Finalmente, el detalle de Alfonso (el director), saliendo al centro y dedicando unas "palabras" a las instituciones, muy bien traídas por cierto.

La lástima es que hoy termina. Deja de estar en la Sala Triángulo. Solo espero que otras salas o teatros se fijen en ella, en la obra, y tengan el valor de apostar por este magnífico texto.


Voltios dixit.

7 comentarios:

la he visto, me encanta la actriz

;)

un abrazo

Sara Royo dijo...

A ver si vienen a mi cuidad.

La actriz, sí.
Voy mucho al teatro.

Mercedes dijo...

Gracias,Voltios, por traernos esta emotiva reseña sobre la obra. Fíjate que sin haberla visto casi me emociono contigo y he podido sentir un poco lo que sentiste viéndola.
Le deseo toda la suerte del mundo a esta obra, no me cabe duda que se la merece.
Hasta pronto

emilio dijo...

Como dice Sara, mi paisna, veremos si viene por aquí, dada tu reseña, seguro que merece la pena.

Un abrazo.

gracias por ser nuestros ojos a los ke no pudirmos ir a verla...
abrazo,
Vara

ana dijo...

afortunado de ti si has disfrutado de la obra y mucha suerte para ellos

un abrazo

domingo, 28 de marzo de 2010

nos despedimos

hoy es
nuestra última función

20h30
Sala Triángulo
c/ Zurita, 20












crucemos los dedos
por nuevos reencuentros


viernes, 26 de marzo de 2010

ÚLTIMAS FUNCIONES

Este es nuestro último fin de semana en la Sala
(por el momento).

Esperamos que os acerquéis a ver nuestro trabajo
y a brindar con nosotros por la vida, los viajes
y la caída de los muros.

EL PÚBLICO OPINA: Pedro Morillas

Nada más entrar al escenario que no es un escenario porque es un muro, sólo que un muro derruido por la constante esperanza del desarraigo y el desconcierto; nada más entrar, digo, al escenario que no tiene escenario sino una prolongación de la obra en la que también se es partícipe si se contempla, nada más entrar, repito, al escenario que eres tú en cuanto sales de él, huele a las lentejas de cincuenta años, las lentejas viejas que o las comes o te desheredan, las lentejas que por ser lentejas son pequeñas, son adoquines de otras comidas, y una sobre otra quizá llegan a ser plato, plato de un actor de cincuenta años, la misma edad que las lentejas, un actor que come lentejas y se ha olvidado del café. Así, José Luis Checa, en una tremenda interpretación, se enoja con los adoquines sucios de su época y muestra, en sus ropajes anticuados, la desesperanza, el desasosiego, el rendimiento al fin del ideal que no vio cumplido, la celebración irónica del desastre que supo prever y que le ha sumido en la soledad vacía de calles del estudio de su “ello”.

Es entonces, sólo entonces, justo en el momento en que los pesimistas como yo nos embriagamos de tal carácter y pensamos en abrirnos en canal el sentimiento hasta hacerlo oscuro y desapercibido ante la realidad oscura y desapercibida que nos muestra, cuando más allá del túnel hay una luz y la luz es joven y la luz es hermosa y la luz nos hace ver el túnel y vemos que la tuneladora que somos nos abre y nos lleva al paisaje que hay más allá de su rodamiento empedernido, empequeñecido en su propia sombra de túnel lleno de colmenas lleno a su vez de laberintos, lleno, por tanto, de escarabajos que se arrastran la mierda... la luz, la juventud, la hermosura que nos choca, que es fotón, la luz que es, quiero decir, Déborah Vukusic.

Y la luz, que por ser luz, se desnuda, y la actriz que por ser escritriz se escritriza, se granula, hace a veces sonreír, hace a veces mermar los muros tapiados, los muros tapados y el actor cicatriza muy poco la herida abierta como un océano y a veces parece un mar y es hermoso verle el velero que a veces parece un barco y acaba siendo siempre un naufragio. Aún así, “ella” le da a “ello” el vino, “ella” le da a “ello” el recuerdo de tiempos mejores cuando solían jugar a ser descubridores de sí mismos y tenían batallas más allá de las utopías y tenían estatuas vivientes para la górgola. Y “ellos”, ambos, los dos, que son líquidos inmiscibles al principio, de repente se mezclan y se traspasan la solubilidad y se contagian repentinamente el azúcar y se dulcifican para volver a ser amargos y gana la amargura de repente pero el combate sigue y “ella” que con tanta facilidad retira el enojo que “ello” le contagia, también se impregna de locura vengativa y de negación para gritar la necesidad de que le dejen respirar, para gritar la fuerza que supera la debilidad, para esforzarse en negar las contradicciones que, como tautologías, le son disparadas sin compasión; y así, de repente, el amor que cae sobre los tableros, el amor que había sido y del cual quedan los posos, todavía solubles en los líquidos que de nuevo se enfrentan, el amor que es un muro porque el muro de Berlín se busca entre el pajar de la historia para ser lógica proposicional contra el actor enfundado en su camuflaje, el amor como muro derribado, el amor, hace las veces de ilusión y posible reencuentro, el amor... se manda en las postales de las despedidas.

Luego aplaudes, aplaudes porque te duele la garganta de gritar, porque sabes que la voz de la poeta se te ha metido adentro hasta dejarte sin respiración, aplaudes porque a penas somos veinte los que hemos gozado de tal actuación, aplaudes como cien, aplaudes por ti y por todos tus compañeros. Aplaudes porque casi te llegó la saliva de José Luis Checa, aplaudes porque te acaban de destruir el muro, aplaudes porque lo acabas de construir de nuevo, aplaudes porque el muro existe pero se puede saltar o andar mucho hasta darle la vuelta. Aplaudes porque las piernas de Déborah Vukusic están hechas de alambre y el alambre está hecho de una alambrada y en la alambrada aplauden las lumbres que bailan lambadas hasta librarse las lumbares. Aplaudes a Déborah Vukusic, parecida al mes de abril. Aplaudes al alambre. Aplaudes porque el piano de Laura Pedreira también ha sido un personaje que daba ideas para evitar el desembarco.

Aplaudes.

Nada más salir del escenario que no era un escenario finalmente porque te lo has llevado adentro porque el escenario eras tú, miras a tu acompañante que lleva a su vez otro trozo de escenario, lo miras un instante porque un ojo cansado te recuerda a José Luis Checa, lo miras detenidamente y ves que la sonrisa es igual, exacta, similar a la de Déborah Vukusic, lo escuchas y nada más le salen teclas muy parecidas, teclas tarareadas al modo de Laura Pedreira y la calle, la calle entera, un minuto, quizá dos, parece dirigida por Alfonso Pindado y la calle es larga como un siglo XX y las aceras de la calle Zurita están claramente rodeadas de sillas, rodeadas a su vez por lentejas, rodeadas, sinceramente, de café.

Entonces, cuando finalmente te llamas Pedro Morillas y sales al “ello” y tu amigo lo flipa tanto que no sabe qué decir, entonces, cenas y regresas a casa sin aire, sin aire.

Antes de dormir y, por si acaso, aplaudes un poco más.

Al día siguiente, recopilas un poco la visita de tu amigo de Granada que vino a verte y sabes que se olvidará de El Retiro, sabes que acabará por no sonarle ni el nombre de Las Kio, confundirá Atocha con el jardín botánico y seguramente recuerde Las Meninas en otro lugar lejos, lejísimos del Prado; pero sabes, por pura intuición, que no se olvidará del muro porque se ha llevado un trozo adentro. Y el muro está lleno de grietas y el muro está solo.

Solo, tan solo que lo aplaudes, te aplaudes.

Nada más escribir esto me doy cuenta de que al toser me salen murallas; es decir, poemas.

Voy a escuchar algo de Pink Floyd.

TEXTO ORIGINAL aquí.

miércoles, 10 de marzo de 2010

EL PÚBLICO OPINA: Gsús Bonilla

SOL@: EL MURO

LUNES, MARZO 8

Con la sencillez que humea un guiso de lentejas uno se ve dentro de la obra, no obstante, según está dividido el escenario, sin más remedio te topas de narices con las escenas y sin quererlo, estás frente a los protagonistas como una pieza más del atrezzo; de ahí que el discurso de los actores te atrape de una manera casi inconsciente y vivas en primer plano mucha parte de transcurso de la obra. Sol@: EL MURO te llevará a una de las peores miserias que transporta el ser humano en sus maletas, y qué es la del abandono de la lucha, no por hartazgo -que también- sino por inanición; es decir, el estar desmotivado de tal manera, que para seguir adelante no valga ni la alegría, ni la chispa, de una joven empeñada en que para cambiar las cosas, hay que empezar por la actitud, si acaso no mas, para salir a la calle y seguir caminando, con la cabeza levantada y en busca del sol, denunciar lo denunciable y señalar con el dedo a lo/s culpable/s de la degradación de la sociedad, aunque ella haya hecho lo contrario, si acaso para sobrevivir dentro del envilecimiento en el que se ha convertido la sociedad después de la guerra fría; aun así, ella sabe que siempre hay un rincón para el juego y la poesía. Luego, las notas de un piano, ampliaran la perspectiva dentro del reproche y la alabanza.
Trato de buscar un “pero” o un “algo” para no llegar a la reverencia que seguro merece el autor de esta pieza, y lo encuentro; quizá porque pienso, que hace tiempo que los políticos dejaron de ser los enemigos, o como poco, menos enemigos, no más allá de la responsabilidad concreta del que se deja manipular; los malos, a estas alturas de la película, son otros, y los aceptamos de una manera tan cotidiana, que les rendimos pleitesía, día sí, día también; si esto sigue así, es muy posible que en pocas generaciones, sea otra religión más, cuando no, la única. De hecho, esto que llamamos primer mundo está plagado ya de pequeños templos con ofertas de todo tipo enfocando al Dios Consumo. Aunque claro el “ello” es un ente y como tal, es lo que es, y lo que es, existe o puede existir.
Así que, y con los ojos como platos, deciros, que Alfonso Pindado se ha marcado una tremenda pieza, donde desde el principio te hace que no apartes la mirada del escenario, y que mantengas las orejas de punta, para impregnarte bien del dialogo que mantienen los actores. Que José Luis Checa es un actor que desconocía, que se marca un soliloquio del carajo y que me gustó tremendamente. Que Déb Vuk se sale, y que sigue siendo un animal escénico (si se me permiten los palabros), aunque eso, deben de comprobarlo los que no la hayan visto in live. Claro que, aquí y en este punto, yo no soy nada objetivo, debido a mi debilidad por esta actriz, poeta y agitadora de mentes obtusas.

TEXTO BY Gsús Bonilla 6/03/10
IMAGEN BY
http://soloselmuro.blogspot.com/

lunes, 8 de marzo de 2010

2ª semana de funciones

a veces la perspectiva cambia
porque la realidad no es como quisiéramos
pero siempre hay una solución, ¿verdad?














el viernes 12 de marzo
ELLA será interpretada
por la excelente actriz Natalia Braceli
que aportará otra visión
y una nueva luz a EL MURO.

jueves, 4 de marzo de 2010

ya estamos en cartel...

todos los fines de semana de marzo
a las 20h30
en la Sala Triángulo
c/ Zurita, 20
antón martín / lavapiés